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Religiones del Mundo

Por, Luke Wayne
4 de abril de 2016

Si usted lee cualquier libro acerca del budismo, encontrará la famosa «parábola de la flecha», en la que se dice que Buda tenía que utilizar cuando uno de sus discípulos le hacía preguntas que iban más allá de lo que hasta ese momento había respondido. Preguntas que tenían que ver con la naturaleza del cosmos, del hombre, y de la existencia después de la muerte. Buda no creía que estas preguntas fueran útiles en la búsqueda de la persona para escapar del sufrimiento y alcanzar nirvana, y asumió esta, como la única cosa relevante en la búsqueda de la verdad. Esta parábola es todavía usada frecuentemente para desviar algunas de las preguntas más profundas del hombre, y declararlas simplemente como irrelevantes. Por ejemplo, el defensor budista Walpola Rahula, escribe que esta parábola:

  • «… hoy, deberá hacer bien a muchos millones en el mundo que pierden un tiempo valioso en tales especulaciones metafísicas perturbando innecesariamente la paz de sus mentes».[1]

La siguiente es la parábola:

  • «Supongan que un hombre es herido por una flecha envenenada, y sus amigos y familiares le llevan a un cirujano. Supongan entonces que el hombre diga: ‘No permitiré que esta flecha sea sacada de mí hasta que sepa quién me la tiró; ya sea un ksatriya (de casta guerrera) o un vaisya (de la casta comercial o de la agricultura), o un sudra (de la casta baja); cuál pueda ser su nombre y su familia; si es alto, bajo o de estatura mediana; si su complexión es negra, marrón, o dorada; de cuál aldea, pueblo o ciudad viene. No permitiré que la flecha sea quitada hasta que conozca la clase de arco con la que me hirieron; el tipo de cuerda usada; el tipo de flecha; qué clase de pluma fue usada en la flecha y con qué clase de material el punto de la flecha fue hecho’. Este hombre morirá sin saber alguna de estas cosas».[2]

Buda continúa diciendo que él ha explicado el sufrimiento, la fuente de nuestro sufrimiento, el fin de este y el camino que conduce al fin del mismo; y esto, es todo lo que una persona necesita saber. Todo lo demás, es una distracción. Claro está, que hay una cierta verdad en la parábola. Existen momentos cuando una persona puede ser alejada de lo que es más importante debido a su curiosidad de conocer cosas que con frecuencia no pueden ser conocidas o que finalmente son irrelevantes en algún propósito significativo. El problema se presenta cuando esta parábola es aplicada contra alguna o todas las preguntas; o contra preguntas importantes y altamente relevantes que presentan serios retos al sistema que se está defendiendo.

Por ejemplo, se dice que una de las preguntas que había sido hecha por el discípulo, es si existe o no una persona totalmente iluminada después de la muerte. En otras palabras, cuando uno escapa del ciclo del sufrimiento de la muerte y el renacimiento, entonces, ¿en cuál ciclo se encuentra? ¿Qué significa la realización de nirvana para quien la alcanza? Esto no es como preguntar qué clase de pluma fue usada en la flecha. Esto es algo como preguntar si al sacar la flecha me dejará una herida abierta por la cual me desangraré y me matará más rápido que el veneno. Si se me ha ofrecido un escape del dolor que siento en esta vida, pero no se me dice si este escape es la no existencia, la existencia feliz, o algún tipo de infierno, ¿cómo puedo concluir que lo que se me está ofreciendo es o no realmente de ayuda? Un hombre que me ofrece sacarme de mi trabajo monótono y sin salida aparente  pero  rechaza decirme que me conseguirá un mejor trabajo o que me disparará en la cabeza, no alivia la pregunta al afirmar que esta es, irrelevante a mi escape del trabajo sin salida. Cualquier persona puede ver la relevancia.

De igual manera, la misma parábola asume que usted ya conoce mucho de sí mismo antes que llegue el cirujano. Usted sabe, por ejemplo, que una lecha lo alcanzó, y que sabe que la flecha está envenenada. El cirujano no le enseñó esto; ya usted sabía todo acerca de esta, cuando envió a buscarlo. Parece saber que la persona que lanzó la flecha no está allí lanzando más flechas de forma que usted puede conversar tranquilamente con sus amigos. familiares y con el cirujano. Sin embargo, el budismo, se atreve a decirle a usted lo que no sabe acerca del sufrimiento. Más bien, imagínese entonces que está sufriendo un dolor misterioso y no puede encontrar la fuente. Un hombre llega hasta usted y le dice que ese dolor fue causado por sus propios deseos, pero que él conoce un procedimiento difícil a través del cual usted puede quirúrgicamente quitar la capacidad de su cerebro al deseo, y que nunca jamás sufrirá otra vez. Usted le pregunta al hombre si realmente sobrevivirá al procedimiento, y si lo hace, ¿seré dejado en algún tipo de estado vegetativo o comatoso? El hombre le llama tonto por hacer ese tipo de pregunta, supuestamente tonta e irrelevante. Esto no importa, todo lo que importa es liberarse del dolor, ¿correcto?

Colocando las analogías a un lado, la verdad, es que el budismo sólo tiene sentido si el mundo es de cierta manera. Si Dios existe, si moralmente damos cuenta de todo lo que hemos hecho, si existe la vida eterna disponible en Jesucristo, infierno eterno y condenación para todos aquellos que no se alejen de sus pecados y encuentren gracia en Él; en fin, si cualquiera cosa que el cristianismo enseña es verdad, entonces el budismo está en extremo, en error, y ofrece un diagnóstico y tratamiento inadecuado para el sufrimiento humano. Estos no son temas secundarios irrelevantes. Estos son temas principales que deben ser abordados, y nadie serio que pretenda enseñar acerca de la verdad puede dejar a un lado sobre la base de un breve cuento o parábola.

Notas a pie de página:

[1] Walpola Rahula, «What the Buddha Taught: Revised and Expanded Edition with Texts from Suttas and Dhammapada» (Grove Press, 2007) Kindle Edition, Chapter 1.
[2] Ibíd.

Por Carlos E. Garbiras

Carlos Enrique Garbiras es Director general en Ministerio de Apologética e Investigación Cristiana (MIAPIC). Actualmente, sirve en predicación y enseñanza de la Palabra de Dios en Bogotá, donde dirige además la Escuela de Estudios Teológicos MIAPIC.

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