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«Después apartaré mi mano y verás mis espaldas; pero no se verá mi rostro» (Éxodo 33:23).
Juan 6:46 registra las siguientes palabras de Jesús:
- «No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que viene de Dios, este ha visto al Padre»
Jesús declaró entonces que nadie ha visto al Padre, excepto Él mismo. Pablo también lo dice en 1ª Timoteo 6:16:
- «el único que tiene inmortalidad y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él sea la honra y el dominio eterno. Amén».
En las Escrituras, el Espíritu Santo es manifestado como llama, o viento, pero nunca en forma humana. Por lo tanto, cuando leemos que Dios fue visto en el Viejo Pacto, no fue ni el Padre ni el Espíritu Santo. Podría ser que se vio a la segunda persona de la Trinidad: El Hijo:
- «Continuó hablando Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy el Señor; 3 y me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Todopoderoso, mas por mi nombre, Señor, no me di a conocer a ellos» (Éxodo 6:2-3).
La Biblia nos dice que Dios fue visto, sin embargo, Juan 1:18, registra: «Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer». En este mismo evangelio, el v. 14 dice: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad». A partir de ese momento y donde el apóstol se refiere a Dios, lo hace refiriéndose al Padre debido a que la Palabra/el Verbo se había encarnado en la persona de Jesús.
Por lo tanto, podemos ver que en el Viejo Pacto y donde Dios es visto, se está viendo a la segunda persona de la Trinidad, el Hijo. Tanto Moisés como los hombres de la fe en el Viejo Pacto, vieron al Hijo antes de que se este se encarnara en la persona de Jesús:
«Todos estos murieron en fe, sin haber recibido las promesas, pero habiéndolas visto y aceptado con gusto desde lejos, confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra» (Hebreos 11:13)