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«puestos los ojos en[a] Jesús, el autor y consumador de la fe…»(Hebreos 12:2).
«Y todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y predicar a Jesús como el Cristo» (Hechos 5:42).
Cristo fue, es y será la única razón de nuestra enseñanza y predica. Todo sermón debe girar alrededor de Él y el final del mismo se centrará en Él, ya que es el único que merece toda alabanza y toda gloria.
Desafortunadamente, muchas fuerzas se están levantando contra la que debería ser la única razón de nuestra predicación. Y esto, es lo que está sucediendo hoy día en las iglesias que se llaman cristianas.
El humanismo se ha sentado en el lugar de Cristo enseñando que el hombre existe por una razón: Satisfacerse él mismo y cuidar por sus necesidades. En otras palabras, debe tener todo lo que cree necesitar para satisfacer sus deseos y planes obteniendo así «felicidad plena». ¿Cuál es entonces el resultado del crecimiento espiritual que vemos en las iglesias de hoy día? El mismo se iguala solamente con allanar los problemas de la vida presentando y ofreciendo a un «cristo» que puede satisfacer su más mínima necesidad sin tener en cuenta si estas personas abundan «en fe, en palabra, en conocimiento, en toda solicitud», y sobre todo «amor» hacia los santos (2ª Corintios 8:7).
El crecimiento que tenemos que enseñar todos los cristianos en cualquier lugar, llámese púlpito, hogar, trabajo y calle es, llevando a cabo la presentación del evangelio y con éste a Cristo, ya que la meta de la salvación y la santificación es precisamente, crecer «antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…» (2ª Pedro 3:18). Tristemente concluimos parcialmente que este mover lleva a una teología enfocada exclusivamente en el hombre y es, obviamente, opuesta a la enseñanza de la Biblia.
En la vida de un genuino cristiano, su interior se verá reflejado en su exterior y su vida será testimonio para muchos otros. Cuanto más conozcas de Cristo enfocándote sólo en Él y en crecer a Su semejanza, el Espíritu Santo hará la obra en tu vida. De lo contrario serás alguien que busca a un «cristo» que satisfaga tu vida personal. Y permíteme decirte: «Así no lo encontrarás. Y si no tienes al verdadero Cristo, arrepiéntete, pide perdón y acércate a Él para que Él se acerque a ti».