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Por, Luke Wayne
22 de Julio de 2016
La Biblia enseña que existe una sola familia humana, igualmente caída en pecado e igualmente en necesidad de la misma redención en Jesucristo. El evangelio de Jesucristo es igualmente, para toda nación, tribu, y lengua. Sin importar el trasfondo étnico o características físicas, aquellos que están en Cristo son una sola familia, un solo pueblo, y de hecho, miembros todos del mismo cuerpo. De igual manera, aquellos que no están en Cristo están igualmente condenados sin importar su línea sanguínea o su apariencia exterior. Por lo tanto, la Biblia, en absoluto, deja lugar para el racismo en el pueblo de Dios.
Cuando Dios hizo Su pacto con Abraham, le dijo:
- «Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Génesis 12:3).
Más tarde, Dios repite este pacto:
- «También tu descendencia será como el polvo de la tierra, y te extenderás hacia el occidente y hacia el oriente, hacia el norte y hacia el sur; y en ti y en tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra» (Génesis 28:14).
El apóstol Pedro (Hechos 3:25-26) y el apóstol Pablo (Gálatas 3:16) ambos demuestran que la semilla prometida es Cristo, y que es a través de Él que todas las familias del mundo son bendecidas. Todas ellas. El evangelio es para cada pueblo, y fue el plan establecido por Dios desde el principio. Esta es la razón por la que Pablo predica:
- «y de uno hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la faz de la tierra, habiendo determinado sus tiempos señalados y los límites de su habitación, 27 para que buscaran a Dios, si de alguna manera, palpando, le hallen, aunque no está lejos de ninguno de nosotros» (Hechos 17:26-27).
Y unas pocas líneas después:
- «Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, 31 porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos» (Hechos 17:30-31).
«… a todos los hombres, en todas partes…» y, «… al mundo…», indica claramente, toda nación y grupo étnico «en todas partes». Todo el mundo está llamado al arrepentimiento y para que crea en Cristo. En alabanza a Cristo, las Escrituras dicen:
- «Y cantaban* un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación» (Apocalipsis 5:9).
La gloriosa verdad, es que Cristo por Su preciosa sangre, compró un pueblo de cada trasfondo étnico y de cada descripción física. Y esto, incluye a todos aquellos que se arrepienten y creen igualmente que fueron comprados con la sangre de Cristo.
Aún más, Pedro escribe:
- «Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 pues vosotros en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois el pueblo de Dios; no habíais recibido misericordia, pero ahora habéis recibido misericordia» (1ª Pedro 2:9-10).
Por lo tanto, el evangelio vuelve a los miembros de toda nación y pueblo en una sola nueva nación y personas. Una nueva creación. Una nueva humanidad. Antes de estar en Cristo, éramos naciones y pueblos separados de Él; pero ahora somos uno: ¡El pueblo de Dios! Bíblicamente la humanidad no está dividida en «razas» de hombres definidas por características físicas arbitrarias. De hecho, en el amplio esquema de cosas, existen sólo dos categorías que importan: el viejo hombre y el nuevo; aquellos que están en Adán y aquellos que están en Cristo; las naciones y los pueblos de este mundo que son llamados misericordiosamente a arrepentirse, y la nación santa que es el pueblo de Dios conformado por todos aquellos que se han arrepentido y creído en Jesucristo.
Es un pecado y error no bíblico que el cristiano sea racista dentro de la iglesia, porque todo aquel que está en Cristo, es su hermano o su hermana. Miembros ellos del mismo cuerpo sin importar el color de la piel o el origen nacional. Y de igual manera, es un pecado y error no bíblico que el cristiano sea racista hacia aquellos fuera de la iglesia, porque Cristo murió por toda la humanidad, sin importar el color étnico, el idioma y las características corporales. El cristiano es enviado a predicar el evangelio a todas las criaturas (Mateo 28:19-20). Por lo tanto, el racismo mundano, no bíblico y no tiene ningún lugar en la vida cristiana.