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«sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; 21 porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mateo 6:20-21).
¿Dónde se encuentra todo lo que has anhelado? ¿Todo lo que has obtenido? Nuestro Señor Jesús nos presenta la única opción que deberá tener aquel que se supone hijo de Él.
El pensamiento en la iglesia contemporánea acerca de dejar esta tierra e ir al cielo, es de hecho, el pensamiento menos popular. Nuestra perspectiva terrenal se ve reflejada en el énfasis cada vez mayor de la prosperidad, del éxito y de la sola solución de problemas a nivel personal.
¿Concebimos entonces una recompensa celestial tal y como la enseña la Palabra?
«Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de Su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conducta»
(Mateo 16:27).
¿Pero será que en esta época tan centrada en lo material sentimos satisfacción en lo que se demora? ¿No es nuestro deseo tener todo de inmediato? No tenemos que pensar en construir nada; prácticamente todo viene armado o con pasos sencillos para ensamblar.
Pero la falta de interés en el cielo es el lado opuesto del interés del mundo. Seamos sinceros: Se nos ha olvidado el cielo. Poco o nada se enseña desde los púlpitos y esto, porque tenemos que llevar una agenda propia con enseñanzas que poco o nada revelan en la vida de un genuino cristiano.
¿Estaremos entonces dispuestos a volver a colocar nuestros ojos en el cielo? ¿O seguiremos sembrando en esta tierra pensando que si regresamos con Él, cosecharemos de lo que dejamos aquí?