Illustration of a Military penalties in the Thirty Years' War: Execution by breaking wheel or execution wheel, also known as the Catherine wheel or simply the Wheel

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Por, Luke Wayne
23 de febrero de 2016

La Inquisición es la práctica institucional de sacerdotes católicos romanos especialmente señalados para investigar y juzgar a personas sospechosas de «herejía»; o sea, sostener creencias y prácticas que eran consideraban una amenaza, o que estuvieran significativamente fuera de línea, con lo enseñado por los oficiales católicos romanos autorizados para tal efecto. Esta práctica fue usada por la iglesia católica romana alrededor del siglo 12 hasta cerca del inicio del siglo 20.[1] Quienes eran condenados por herejía por la Inquisición, eran normalmente entregados a las autoridades civiles para que cumplieran sus sentencias determinadas que incluían la muerte.[2] En el siglo 16 y al comienzo de la imprenta, la Inquisición también estuvo estrechamente relacionada con el esfuerzo sistemático por eliminar libros y panfletos considerados heréticos e imponer restricciones legales a la publicación que impedirían que esas obras fueran impresas.[3]

Una breve historia

La Inquisición fue primeramente establecida en la Edad Media con el objetivo principal de combatir las enseñanzas de un grupo conocido como los «cátaros» o, a veces, como los «albigenses».[4] Supuestamente, este movimiento religioso generalizado en Europa occidental enseñó una forma de dualismo, creyendo en dos seres divinos iguales y opuestos, uno de luz y bondad, el otro de oscuridad y corrupción.[5] Se les consideraba una amenaza para la identidad católica de Europa que incluso, una cruzada fue llevada a cabo contra ciertas ciudades que simpatizaban con los cátaros.[6] Es principalmente en este contexto que el papado comenzó primeramente el proceso de asignar sacerdotes especialmente entrenados y escogidos para investigar las creencias de aquellos que se encontraban en áreas seleccionadas sospechosas de influencia cátara y para condenar a todos los que apoyaban las creencias de los cátaros. También fueron designados para castigar a los condenados de ayudar a los cátaros de cualquier manera.

En ese momento, la Inquisición estaba conformada por equipos pequeños, en gran parte independientes, conformados solo por unos pocos sacerdotes.[7] Cada grupo trabajaba junto a los gobiernos locales en su área asignada y raramente interactuaron directamente con otros inquisidores.[8] Estaban vinculados principalmente a través de un sistema innovador de documentos y registros cuidadosamente clasificados y compartidos, facilitados por Roma. Este sistema le permitía a un inquisidor descubrir más fácilmente si un acusado había sido juzgado anteriormente por otro inquisidor y, de ser así, usaba esos registros para atraparlo en cualquier testimonio contradictorio.[9]

Una vez en movimiento, la Inquisición no se limitó solamente a los cátaros. Juzgó y condenó herejías doctrinales, acusó a brujas,[10] y sirvió en la represión de un grupo militar religioso conocido como los «Caballeros Templarios» en Francia.[11]

En 1478, el Papa Sixto IV estableció una nueva Inquisición, particularmente en España, en respuesta a la creciente preocupación de que muchos judíos que habían profesado la conversión al cristianismo en realidad estaban todavía manteniendo secretamente sus creencias y prácticas judías. Este Papa, le otorgó a los Reyes Católicos la autoridad de designar a tres inquisidores en cada pueblo[12] para tratar el tema, un poder reservado anteriormente para el mismo Papa. Sobre esta base, la Inquisición española fue organizada formalmente por la corona española en 1480.[13] La Inquisición española fue más severa que las inquisiciones anteriores, en parte, debido a que era más secular. Esto no indica que los elementos religiosos fueron eliminados de alguna manera, o que la política nunca estuvo involucrada en actividades anteriores de la Inquisición, pero cuando la corona recibió autoridad directa sobre la institución, la utilizó libremente para propósitos que la Roma lejana no había utilizado. Los españoles emplearon los juicios de la Inquisición para reunir esclavos para las galeras de su armada y ampliaron los crímenes que los inquisidores debían tratar más allá de la herejía a cosas como el contrabando y el robo de caballos.[14] Eran tan notorias las intenciones para apoderarse de los bienes del acusado que el propio Papa escribió una reprimenda formal al Rey de España, lamentándose de que «por algún tiempo no se ha movido por el celo por la fe y la salvación de las almas sino por la lujuria de la riqueza».[15] De hecho, muchas divisiones culturales dentro de la vida española fueron incluidas en la agenda de la Inquisición española. Como señala un historiador:

  • «A diferencia de anteriores inquisiciones, la Inquisición española estaba ligada no solo a preocupaciones religiosas, sino a una ideología étnica –la noción de limpieza de sangre o ‘pureza de sangre’. Se trataba de las clases de personas en lugar de solo categorías de creencias. Y a diferencia de las inquisiciones anteriores, la Inquisición española era una subsidiaria de propiedad total del Estado».[16]

Mientras tanto, el Papa continuó dirigiendo inquisiciones en otros lugares, especialmente en los estados papales (territorios en los que el Papa era el mismo el líder político soberano, así como el jefe de la Iglesia, principalmente en Italia). Después de los albores de la Reforma en el siglo 16, estos esfuerzos se centraron (y se intensificaron) en una organización formal con sede en el Vaticano.[17] De hecho, la persecución de protestantes fue más violenta y profunda en Italia, donde la ideología era el foco principal, que en las Inquisiciones nacionales como España, donde las preocupaciones étnicas y políticas podrían ser más feroces.[18] Gran número de disidentes religiosos, tanto de España como de los estados papales empezaron a huir como refugiados a las tierras protestantes recién formadas en Alemania y Suiza, donde pudieron escapar de la mano de la Inquisición.[19] Si bien el interrogatorio y la condena de los herejes siguió siendo una parte importante de su trabajo, el comienzo de la imprenta creó un nuevo foco de supresión de documentos que difundirían tales enseñanzas. Esto se apoderó en primer lugar, de las tierras papales, pero España y otros gradualmente siguieron su ejemplo al producir listas de libros que eran prohibidos para su eliminación y así, seleccionar la publicación de nuevas obras.[20] La inquisición formal bajo el papado, con sede en el Vaticano, continuó operando hasta principios del siglo 20. De hecho, aunque ya no emplean los métodos penales de la Inquisición y ya no existe un lista oficial de libros prohibidos, el cuerpo institucional en el Vaticano todavía existe técnicamente hoy bajo el nombre de «La Congregación para la Doctrina de la Fe». Como tal, todavía debe evaluar y firmar cualquier documento que provenga del Vaticano antes de la publicación, y todavía sirve para definir, identificar y juzgar instancias de herejía dentro de la comunión católica romana.[21] Aunque, por supuesto, hoy ni el hereje ni sus libros corren el riesgo de ser asesinados en llamas por ellos.

Dolor y castigo

Mientras que la Inquisición fue responsable por la ejecución de miles de hombres y mujeres,[22] no ejecutó a las personas directamente. Después de enjuiciarlas, su condenada era manejada por las autoridades civiles para que llevaran a cabo el castigo. Como tal, se basó en gran medida en los métodos de ejecución ya existentes.[23] Las ejecuciones de la Inquisición, fueron de hecho, bastante brutales; sin embargo, esto un fue por algún diseño extraño de los inquisidores; más bien, debido a que casi todas las ejecuciones de esos días eran brutales. En el siglo 19, los condenados de la Inquisición fueron ejecutados ahorcándolos en lugar de hacerlo por métodos como el de quemarlos en la hoguera[24] porque para entonces la horca era el método normal en la mayoría de las ejecuciones. Aun así, la Inquisición llegó a atribuir un significado teológico a la idea de quemar a un hereje, llevándose los observadores una imagen pública de los ardientes tormentos del infierno y la idea simbólica de borrar al hereje completamente del recuerdo.[25] Incluso, estos inquisidores intentaron argumentar bíblicamente, aunque erróneamente, pasajes como Juan 15:6.[26] Aun la Inquisición exhumaría los cuerpos de aquellos que ya habían muerto y enterrado si posteriormente se determinaba que habían sido herejes, y quemaban sus restos públicamente.[27] Por lo tanto, no es por accidente que “quemar en la hoguera” es el método que llegó a definir la Inquisición en la mente de la mayoría de las personas, tanto en ese momento como ahora. Ciertamente se convirtió en el método preferido de las inquisiciones. Esto se ve incluso en el título de una temprana crítica protestante de las prácticas de la Inquisición, «Concerning Herretics and Those Who Burn Them» («En cuanto a los herejes y a quienes los quemaban»).[28]

El interrogatorio del acusado estaba dentro de los deberes centrales de los inquisidores. Se volvieron sorprendentemente expertos en psicología humana al observar, documentar y compartir sus descubrimientos sobre las diversas formas en que las personas evitaban las preguntas y ocultaban información.[29] Ellos también desarrollaron estrategias sicológicas propias para obtener información a través del proceso de interrogación, estrategias muy similares a la que usan los interrogatorios de hoy día.[30]

Sin embargo, la más notoria de las herramientas de los inquisidores para sacar información, fue el uso de varias formas de tortura física. Una vez más, los inquisidores no realizaron la tortura con sus propias manos. Trajeron a las autoridades civiles locales para que lo hicieran mientras los inquisidores conducían los interrogatorios.[31] En consecuencia, los métodos utilizados fueron los métodos ya existentes en la Europa medieval los cuales eran familiares para los gobiernos locales.[32]

La tortura no fue utilizada por la Inquisición para castigar a un hereje conocido, más bien, era usada para lograr una confesión de un sospechoso de herejía.[33] Esta fue una forma de interrogatorio y fue por lo tanto, inevitablemente usada tanto en el inocente como en el culpable. El crimen de herejía siendo uno solo dentro del mismo crimen, la única forma definitiva de determinar su culpabilidad era que el acusado lo admitiera. Por lo tanto, las confesiones eran de suma importancia para la Inquisición.[34] El objetivo no era obligar al inocente a confesar falsamente sino obligar a los culpables a confesar la culpa, y por lo tanto, se tomaban ciertos pasos:

  1. A menudo a los acusados no se les decía de qué se los acusaba, por temor a que confesaran falsamente el cargo solo para detener el dolor.[35]
  2. Una confesión realizada durante la tortura era también inadmisible como evidencia. Más tarde, la persona tenía que repetir una vez más la confesión.[36]
  3. A un acusado sólo se le permitía ser torturado oficialmente una vez para que no repitiera la confesión sólo por temor a nuevas torturas, aunque esta última regla era quebrada o rota con frecuencia.[37]

Muchos de aquellos que sufrieron torturas y fueron liberados sin cargos, o que fueron condenados pero castigados con sentencias menores y liberados vivos, huyeron a tierras protestantes para refugiarse y publicar sus historias.[38]

La reforma y la inquisición

Cuando la reforma protestante hace volver a las personas a la Palabra de Dios como la autoridad final y a los fundamentos teológicos del evangelio de la salvación por la gracia de Dios a través de la fe, tuvo consecuencias en casi todas las áreas de la vida y la fe. Ni el texto de las Escrituras ni la teología protestante podía permitir la ordenación y organización de un cuerpo de agentes especiales de la iglesia para buscar herejes con ingenio o fuerza y entregarlos para castigo donde sea que se encontraban.[39] Sin embargo, esto no significa que todos los protestantes rechazaron inmediatamente la idea de una persecución formal.

La reforma suiza, que comenzó bajo Ulrich Zwingli,[40] apoyó a los gobiernos locales en su decisión de perseguir a un grupo de protestantes más radicales conocidos como anabaptistas. Estos disidentes rechazaban el bautismo de niños a favor del punto de vista de que la iglesia consistía solamente de aquellos que se arrepintieron de sus pecados y recibían el bautismo como una expresión consciente de su conversión interna. Los anabaptistas también enseñaban la no resistencia extrema, lo que significaba que se oponían a la violencia con tanta firmeza que se negaban a servir como soldados en defensa legítima de su tierra o incluso a ser líderes políticos porque tendrían que ordenar el uso de la fuerza contra criminales o en acciones militares.[41] Los gobiernos locales vieron estas cosas como rebeldes, como amenazas a la unidad y seguridad social de su país, y por lo tanto, buscaron suprimirlos por la fuerza. Al inicio, los reformadores suizos estuvieron de acuerdo.[42]

Los anabaptistas suizos recibieron condenas de cadena perpetua[43] o fueron ejecutados por inmersión.[44] De hecho, muchas tierras de protestantes no comenzaron como lugares excesivamente hospitalarios para ciertos tipos de disidentes, aunque en la mayoría de los casos la preocupación era con formas de disidencia que se creían (correcta o incorrectamente) dañarían la seguridad o el orden de la sociedad civil.[45] Sin embargo, el regreso a la teología bíblica en la Reforma presentó un gran desafío a estas ideas de persecución formal, y probaría en muchos lugares que eran su ruina. De hecho, desafiaría tal represión institucional en todo el mundo.[46]

Martín Lutero, considerado por muchos como el fundador de la reforma protestante, habló contra la persecución formal, diciendo que la quema de herejes, era contraria a la voluntad del Espíritu.[47] El territorio luterano de Estrasburgo tomó esto en serio y toleró formalmente a los disidentes como los anabaptistas.[48] Es cierto que la reforma suiza bajo Juan Calvino fue dura contra los herejes[49] y Calvino es famoso por su consentimiento a la quema del hereje anti-trinitario Miguel Servet.[50] Sin embargo, cuando la reforma calvinista se extendió hacia Holanda, transformaría la sociedad holandesa, de forma que para el siglo 17 no había ningún lugar sin una «iglesia del estado» y donde la mayoría de las expresiones religiosas eran permitidas bajo la ley.[51] Los anabaptistas hablaron y escribieron con valentía en defensa de la libertad de conciencia[52] y un siglo después, el nacimiento de las iglesias bautistas en Inglaterra traería otra ola de argumentación bíblica para la libertad religiosa.[53] Por medio del trabajo coherente de ellos y muchos otros cristianos ingleses,  Inglaterra, en 1689 dio un gran paso en esa dirección con ley «Acta de Tolerancia».[54]

El fundamento bíblico de la reforma impulsó finalmente el protestantismo para rechazar el uso de la urgencia incontrolable y persecución, compulsión, y se volvió una voz poderosa y efectiva para la libertad religiosa.

Conclusión

La Inquisición fue una institución católica romana nacida en la Edad media que continuó durante la mayor parte de la era moderna, mediante la cual las autoridades eclesiásticas ordenadas fueron entrenadas para especializarse en la investigación de creencias heréticas y cooperar con los gobiernos locales para castigar a los herejes. Usando los métodos penales de la época, a menudo, sus castigos eran tan brutales como la época que los rodeaba, y la tortura a menudo se empleaba de manera regulada para obligar a los que estaban bajo investigación a confesar. Tuvo diferentes expresiones en diferentes épocas y lugares y podría decirse que estaba en su peor momento cuando estaba bajo la autoridad y la dirección de los estados seculares. Esta institución no tiene ninguna base en las Escrituras ni en la iglesia del Nuevo Pacto. El retorno de la reforma protestante a la máxima autoridad de la Escritura por encima de las autoridades de la Iglesia o la tradición nunca les permitió crear una institución eclesiástica similar. De hecho, finalmente los llevó a rechazar el castigo legal del error doctrinal y a ser una voz líder en mover las convicciones del mundo occidental en la dirección de la libertad religiosa.

Notas a pie de página:

[1] Phillip Schaff, History of the Christian Church, Volume 5 (Hendrickson Publishing, 1907) 517.
[2] Ibíd. 516.
[3] Francisco Bethencourt, The Inquisition: A Global History (Cambridge University Press, 1995) 221.
[4] Cullen Murphy, God’s Jury: The Inquisition and the Making of the Modern World (Houghton Mifflin Harcourt Publishing, 2012) 27-34.
[5] Ibíd. 27.
[6] Ibíd. 30.
[7] Ibíd. 98.
[8] Ibíd. 34.
[9] Ibíd. 41-43.
[10] Phillip Schaff, History of the Christian Church, Volume 5 (Hendrickson Publishing, 1907) 516-517.
[11] Cullen Murphy, God’s Jury: The Inquisition and the Making of the Modern World (Houghton Mifflin Harcourt Publishing, 2012) 63.
[12] Francisco Bethencourt, The Inquisition: A Global History (Cambridge University Press, 1995) 35.
[13] Ibíd. 36.
[14] Cullen Murphy, God’s Jury: The Inquisition and the Making of the Modern World (Houghton Mifflin Harcourt Publishing, 2012) 84.
[15] Ibíd. 80.
[16] Ibíd. 70.
[17] Ibíd. 11.
[18] Francisco Bethencourt, The Inquisition: A Global History (Cambridge University Press, 1995) 374.
[19] Ibíd. 376.
[20] Ibíd. 221.
[21] Cullen Murphy, God’s Jury: The Inquisition and the Making of the Modern World (Houghton Mifflin Harcourt Publishing, 2012) 2.
[22] Ibíd. 102.
[23] Phillip Schaff, History of the Christian Church, Volume 5 (Hendrickson Publishing, 1907) 515.
[24] Cullen Murphy, God’s Jury: The Inquisition and the Making of the Modern World (Houghton Mifflin Harcourt Publishing, 2012) 10.
[25] Francisco Bethencourt, The Inquisition: A Global History (Cambridge University Press, 1995) 286.
[26] Cullen Murphy, God’s Jury: The Inquisition and the Making of the Modern World (Houghton Mifflin Harcourt Publishing, 2012) 67.
[27] Phillip Schaff, History of the Christian Church, Volume 5 (Hendrickson Publishing, 1907) 528.
[28] William R. Estep, The Anabaptist Story: 3rd Edition (Broadman Press, 1996) 261.
[29] Cullen Murphy, God’s Jury: The Inquisition and the Making of the Modern World (Houghton Mifflin Harcourt Publishing, 2012) 51.
[30] Ibíd. 51-53.
[31] Ibíd. 51-56.
[32] Phillip Schaff, History of the Christian Church, Volume 5 (Hendrickson Publishing, 1907) 515.
[33] Cullen Murphy, God’s Jury: The Inquisition and the Making of the Modern World (Houghton Mifflin Harcourt Publishing, 2012) 88.
[34] Ibíd. 88.
[35] Ibíd. 89.
[36] Ibíd. 56.
[37] Ibíd. 56.
[38] Ibíd. 376.
[39] Francisco Bethencourt, The Inquisition: A Global History (Cambridge University Press, 1995) 377.
[40] William R. Estep, The Anabaptist Story: 3rd Edition (Broadman Press, 1996) 11-12.
[41] Ibíd. 40.
[42] Ibíd. 40.
[43] Ibíd. 43.
[44] Ibíd. 47.
[45] Francisco Bethencourt, The Inquisition: A Global History (Cambridge University Press, 1995) 377.
[46] Ibíd. 378.
[47] Phillip Schaff, History of the Christian Church, Volume 5 (Hendrickson Publishing, 1907) 524.
[48] Ibíd. 524.
[49] Ibíd. 524.
[50] Francisco Bethencourt, The Inquisition: A Global History (Cambridge University Press, 1995) 377.
[51] Joe Early Jr., The Life and Writings of Thomas Helwys (Mercer University Press, 2009) 19.
[52] William R. Estep, The Anabaptist Story: 3rd Edition (Broadman Press, 1996) 257-263.
[53] H. Leon McBeth, A Sourcebook for Baptist Heritage (Broadman Press, 1990) 70-78.
[54] Ibíd. 79-81.

Por Carlos E. Garbiras

Carlos Enrique Garbiras es Director general en Ministerio de Apologética e Investigación Cristiana (MIAPIC). Actualmente, sirve en predicación y enseñanza de la Palabra de Dios en Bogotá, donde dirige además la Escuela de Estudios Teológicos MIAPIC.

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