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- «Y ahora, moradores de Jerusalén y hombres de Judá, juzgad entre mí y mi viña. 4 ¿Qué más se puede hacer por mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Por qué, cuando esperaba que produjera uvas buenas, produjo uvas silvestres? 5 Ahora pues, dejad que os diga lo que yo he de hacer a mi viña: quitaré su vallado y será consumida; derribaré su muro y será hollada. 6 Y haré que quede desolada; no será podada ni labrada, y crecerán zarzas y espinos. También mandaré a las nubes que no derramen lluvia sobre ella. 7 Ciertamente, la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá su plantío delicioso. Él esperaba equidad, pero he aquí derramamiento de sangre; justicia, pero he aquí clamor» (Isaías 5:3-7).
En este pasaje tenemos un ejemplo de antropomorfismo, donde Dios habla en términos humanos. Dios espera una cosa y obtiene otra. ¿Es esto un ejemplo de que Dios ha sido sorprendido y está aprendiendo? No.
En esta parábola se presenta a Israel como una viña. Este cántico se toma mucha libertad en sus palabras y frases. Por lo tanto, esto no tiene por qué ser interpretado como si Dios estuviera realmente sorprendido, especialmente cuando entendemos que Dios nos habla con referencia a nuestro marco de tiempo y usa emociones y condiciones humanas.
Sabemos, que desde la misma eternidad, Dios ha conocido todas las cosas (1ª Juan 3:20) y que no es sorprendido por nada. Por lo tanto, aquí tenemos una parábola en forma de cántico que sirve para transmitir un significado.